Cómo elegir y seguir nuestro propio camino.
Nuestra vida es como el mar. Hay días de calma absoluta, en los que el agua hace de espejo. Días de suave oleaje que permiten manejar la embarcación al ritmo del mar. Y otros de marejada o incluso tempestad en los que se lucha por mantenerse a flote y se corre peligro de naufragio. En muchos momentos de la vida el viento sopla a favor, pero sabemos que en cualquier instante puede sorprender un cambio que hará tambalear la estabilidad. La existencia es un mar de posibilidades, inmenso e inagotable, en el que uno tiene que encontrar su propio rumbo. Cada elección esboza un camino y desestima otros. Descubrir el sentido que tiene para uno la vida es lo que permite orientarse y superar constructivamente las dificultades, así como la estrella polar sirve de guía en medio del océano.
Cuando una persona navega sin rumbo está a merced de las circunstancias. En tales momentos es probable que no se sienta feliz con lo que es, ni le llene lo que está haciendo. Ante la inmensidad, el individuo puede sentirse perdido, sin puntos de referencia. Pero cada persona encierra en su interior una dirección, un destino en forma de talentos y posibilidades propias que ha de descubrir. Conectar con esa fuente de inspiración permite encontrar un sentido en la vida, siendo consciente de la propia singularidad y de lo que uno puede aportar al mundo. De esta forma la persona dirige el timón de su existencia hacia donde quiere llegar, y no hacia donde le llevan los vientos cambiantes.
Conocer esta finalidad íntima ayuda a desplegar lo mejor de uno mismo, pero también conlleva un desafío. El hombre nace con la oportunidad de realizarse, de encontrar un sentido y una satisfacción en su existencia. Sin embargo, todo depende de él, pues tanto puede aprovechar como dejar pasar tal posibilidad. A través de la integridad con los propios principios, de lo que la persona realiza positivamente en la vida y de una actitud digna ante los embates del destino es posible vivir con sentido, de forma responsable y plena.
LA LIBERTAD DE ELEGIR
Viktor E. Frankl fue un psiquiatra vienés que partiendo del psicoanálisis creó la logoterapia, un tratamiento basado en ayudar a las personas a esclarecer el sentido de su vida. Su terrible experiencia en campos de concentración en la Alemania nazi fue una clara inspiración en su psicología existencial.
Frankl cuenta que tras una de las jornadas de trabajos forzados y continuas humillaciones, agotado en su celda, empezó a tomar conciencia de lo que denominó la libertad última del ser humano. Se percató de que lo único que sus carceleros no podían arrebatarle era la voluntad de elegir su actitud ante tales circunstancias. Aunque le torturasen o intentaran reducir su identidad a un número, podía conservar un vestigio de su libertad afrontando con dignidad cualquier situación. En ese lugar en que todos eran despojados de su condición anterior, lo que diferenciaba a las personas era su actitud, independientemente de si fueran guardias o prisioneros, pues algunos vigilantes mostraban más humanidad que ciertos presos.
Observó que, ante una circunstancia límite, los individuos podían pasar a ser juguetes de la situación, dejando aflorar su faceta más ruin. Pero también podía ser una oportunidad muy poderosa para crecer a nivel humano y espiritual. Comprendió que ante el sufrimiento el hombre puede ir más allá de sí mismo manteniendo su integridad.
Estas ideas que Viktor Frankl rescató de sus experiencias en realidad forman parte de la singularidad del ser humano. En la pasión de Jesucristo podemos ver un sobrecogedor ejemplo de lo que significa aceptar un duro destino, con un significado de amor, enseñanza y comprensión que va más lejos de una vida individual. Y día a día las personas que encaran una grave enfermedad o momentos dolorosos con aceptación y entereza nos ofrecen una valiosa muestra de que el sufrimiento puede movilizar grandes recursos en el ser humano.
LA CLAVE ES LA ACTITUD
Con una actitud positiva incluso de la situación más terrible se puede sacar provecho, mientras que cuando es negativa hasta el paraíso puede convertirse en un infierno. Cuando se cree que la satisfacción proviene de fuera, se busca en otras personas o posesiones la plenitud que se ansía. Sin embargo, eso lleva a frustrarse o enojarse con el mundo por creerlo culpable del propio malestar. En realidad la satisfacción es algo que uno gesta y debe hacer crecer como actitud en su interior, adquiriendo así una nueva responsabilidad.
A veces no podemos cambiar las circunstancias, pero sí podemos modificar la actitud que tenemos hacia ellas. A menudo aceptar un sufrimiento permite liberarse y lograr algo atravesando el dolor. La resistencia y la lucha contra las circunstancias nos estanca en el sufrimiento, mientras que la aceptación abre la puerta a una verdadera paz interna.
Sin embargo, no sólo en situaciones excepcionalmente dolorosas el individuo puede lograr un atisbo de su trascendencia. En la vida cotidiana la persona puede tener conciencia de su misión personal, preguntándose qué es lo que la vida espera de ella, ante qué se siente responsable. Vivir con sentido significa asumir la responsabilidad de hallar la respuesta y la actitud correcta ante los problemas que plantea la existencia. Dichas tareas, y con ello el sentido de la vida, difieren de una persona a otra, y pueden cambiar a lo largo del proceso vital pero nunca cesan.
TENER UN FIN
El ser humano necesita mirar hacia el futuro. Quien pierde su fe y su esperanza en el porvenir, simplemente se abandona. La vida necesita del motor del entusiasmo para seguir adelante, pues si uno cree que todavía le esperan cosas que realizar saca mayor partido de su fuerza, y puede resistir incluso las circunstancias más adversas. Así le sucedió a Viktor Frankl, que en los momentos más duros se imaginaba dando charlas sobre sus experiencias una vez acabada la guerra. Cuando se tiene una clara comprensión de los propósitos personales se entiende y puede soportar mejor el momento presente.
La responsabilidad siempre viene de la mano de la conciencia. No se puede ser plenamente responsable de algo de lo que no se es consciente. Por esa razón, para lograr conducir la propia vida, es necesario llevar al máximo ese privilegio humano que es la conciencia. Cuando uno consigue conocerse mejor recupera esa conexión esencial con su fuente interna, donde residen sus partes oscuras pero también sus mejores recursos. Precisamente ahí está el secreto. Pues las respuestas más importantes no están fuera, sino dentro de uno mismo. Por eso, quien busca, quien cree que le falta algo o quien se siente insatisfecho, sólo podrá hallar una auténtica solución cuando empiece a mirar dentro de sí y a retirar los velos que desdibujan su alma.
DOS COLUMNAS SÓLIDAS
Dos caminos para hallar sentido a la vida son lo que uno cree, es decir los principios y valores personales, y lo que uno hace o aporta al mundo. Saber qué es lo verdaderamente esencial para uno, definiendo la propia escala de valores y actuando en referencia a ella, es lo que da integridad y coherencia a la persona. Tener unos valores firmes es como poseer sólidas columnas que dan seguridad interna necesaria, en lugar de buscarla fuera en la inestable opinión de los demás.
Por otra parte, lo que se realiza con inspiración y creatividad, que puede tener que ver o no con el oficio, también desvela la finalidad en la vida. Conocer esta misión personal, que vendría a ser por lo que uno siente que la vida le ha llamado y a lo que desea entregarse en cuerpo y alma, ayuda a saber quiénes somos y para qué estamos aquí. El entusiasmo y la energía aumentan asombrosamente cuando se empieza a seguir la inspiración real de cada uno. Es una señal de que se está en un camino adecuado. Como decía Nietzsche: «quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo».
DECIDE LO QUE QUIERES SER
El individuo se halla constantemente en la encrucijada de tomar una decisión. Pero la mayor elección que realiza se refiere a sí mismo, al tipo de persona hacia la que evoluciona. Cada decisión es como un movimiento en un tablero de ajedrez en el que se resuelve la partida personal. Al llevar a cabo una jugada se esboza un camino que conllevará ciertas cosas, mientras que se desestiman las demás posibilidades. A través de estas elecciones cada uno realiza su vida y su camino como persona.
Stephen R. Covey, autor del conocido libro: «Los siete hábitos de la gente altamente efectiva», defiende que «entre el estímulo y la respuesta está nuestra mayor fuerza: la libertad interior de elegir». Ciertas personas en algún momento descubren que tienen en sus manos la capacidad de hacerse sentir mejor a sí mismas y a los demás, y ese hallazgo da un giro a sus vidas. Uno puede considerarse un títere de las situaciones, o darse cuenta de que todo depende de cómo elige tomarse lo que le sucede. Ante una misma situación se puede reaccionar con enfado o con amor, con cerrazón o apertura, manifestando lo peor o lo mejor de uno mismo.
Una reciente película de animación infantil titulada: «El gigante de hierro» ofrece una metáfora eficaz de lo que significa esta elección a través de la relación entre un niño y un gigante. El gigante, a pesar de ser un arma diseñada para matar, consigue mostrar su faceta más humana y compasiva gracias al mensaje que le repite su pequeño amigo: «Tú eliges lo que quieres ser». En esta historia cada uno puede entrever su propia batalla interna. Todos nos debatimos en algún momento entre manifestar nuestros aspectos más acorazados, agresivos y robotizado o dejar salir nuestra parte más humana. Posiblemente esta película también sugiere que a través de la confianza y la apertura que caracterizan a la infancia uno puede abrirse al amor hacia los demás.
LA RESPUESTA: EL PRESENTE
En cierto modo la vida nos pone a prueba a cada instante para mostrar lo que somos y lo que hemos aprendido. El momento presente es el que nos permite pasar a la acción y realizar las posibilidades haciéndolas realidad. Por eso merece la pena estar atento y no dejar pasar las oportunidades. Toda posibilidad siempre es transitoria y es preciso intentar tomar la mejor decisión de manera consciente y responsable.
Cada momento aporta y enseña cosas distintas. Las diversas situaciones que acontecen son las asignaturas más importantes. Y el gran examen final deviene cuando la existencia toca a su fin, cuando cada uno puede valorar lo que ha realizado en su paso por la vida.
Pero es en este instante, ahora y aquí, cuando podemos elegir ser coherentes con nuestra esencia. Arriesgarse a descubrir y a seguir la inspiración interior es quizá lo único que puede llenar de significado la propia vida.
Cristina Llagostera, Cuerpomente 120.
Nuestra vida es como el mar. Hay días de calma absoluta, en los que el agua hace de espejo. Días de suave oleaje que permiten manejar la embarcación al ritmo del mar. Y otros de marejada o incluso tempestad en los que se lucha por mantenerse a flote y se corre peligro de naufragio. En muchos momentos de la vida el viento sopla a favor, pero sabemos que en cualquier instante puede sorprender un cambio que hará tambalear la estabilidad. La existencia es un mar de posibilidades, inmenso e inagotable, en el que uno tiene que encontrar su propio rumbo. Cada elección esboza un camino y desestima otros. Descubrir el sentido que tiene para uno la vida es lo que permite orientarse y superar constructivamente las dificultades, así como la estrella polar sirve de guía en medio del océano.
Cuando una persona navega sin rumbo está a merced de las circunstancias. En tales momentos es probable que no se sienta feliz con lo que es, ni le llene lo que está haciendo. Ante la inmensidad, el individuo puede sentirse perdido, sin puntos de referencia. Pero cada persona encierra en su interior una dirección, un destino en forma de talentos y posibilidades propias que ha de descubrir. Conectar con esa fuente de inspiración permite encontrar un sentido en la vida, siendo consciente de la propia singularidad y de lo que uno puede aportar al mundo. De esta forma la persona dirige el timón de su existencia hacia donde quiere llegar, y no hacia donde le llevan los vientos cambiantes.
Conocer esta finalidad íntima ayuda a desplegar lo mejor de uno mismo, pero también conlleva un desafío. El hombre nace con la oportunidad de realizarse, de encontrar un sentido y una satisfacción en su existencia. Sin embargo, todo depende de él, pues tanto puede aprovechar como dejar pasar tal posibilidad. A través de la integridad con los propios principios, de lo que la persona realiza positivamente en la vida y de una actitud digna ante los embates del destino es posible vivir con sentido, de forma responsable y plena.
LA LIBERTAD DE ELEGIR
Viktor E. Frankl fue un psiquiatra vienés que partiendo del psicoanálisis creó la logoterapia, un tratamiento basado en ayudar a las personas a esclarecer el sentido de su vida. Su terrible experiencia en campos de concentración en la Alemania nazi fue una clara inspiración en su psicología existencial.
Frankl cuenta que tras una de las jornadas de trabajos forzados y continuas humillaciones, agotado en su celda, empezó a tomar conciencia de lo que denominó la libertad última del ser humano. Se percató de que lo único que sus carceleros no podían arrebatarle era la voluntad de elegir su actitud ante tales circunstancias. Aunque le torturasen o intentaran reducir su identidad a un número, podía conservar un vestigio de su libertad afrontando con dignidad cualquier situación. En ese lugar en que todos eran despojados de su condición anterior, lo que diferenciaba a las personas era su actitud, independientemente de si fueran guardias o prisioneros, pues algunos vigilantes mostraban más humanidad que ciertos presos.
Observó que, ante una circunstancia límite, los individuos podían pasar a ser juguetes de la situación, dejando aflorar su faceta más ruin. Pero también podía ser una oportunidad muy poderosa para crecer a nivel humano y espiritual. Comprendió que ante el sufrimiento el hombre puede ir más allá de sí mismo manteniendo su integridad.
Estas ideas que Viktor Frankl rescató de sus experiencias en realidad forman parte de la singularidad del ser humano. En la pasión de Jesucristo podemos ver un sobrecogedor ejemplo de lo que significa aceptar un duro destino, con un significado de amor, enseñanza y comprensión que va más lejos de una vida individual. Y día a día las personas que encaran una grave enfermedad o momentos dolorosos con aceptación y entereza nos ofrecen una valiosa muestra de que el sufrimiento puede movilizar grandes recursos en el ser humano.
LA CLAVE ES LA ACTITUD
Con una actitud positiva incluso de la situación más terrible se puede sacar provecho, mientras que cuando es negativa hasta el paraíso puede convertirse en un infierno. Cuando se cree que la satisfacción proviene de fuera, se busca en otras personas o posesiones la plenitud que se ansía. Sin embargo, eso lleva a frustrarse o enojarse con el mundo por creerlo culpable del propio malestar. En realidad la satisfacción es algo que uno gesta y debe hacer crecer como actitud en su interior, adquiriendo así una nueva responsabilidad.
A veces no podemos cambiar las circunstancias, pero sí podemos modificar la actitud que tenemos hacia ellas. A menudo aceptar un sufrimiento permite liberarse y lograr algo atravesando el dolor. La resistencia y la lucha contra las circunstancias nos estanca en el sufrimiento, mientras que la aceptación abre la puerta a una verdadera paz interna.
Sin embargo, no sólo en situaciones excepcionalmente dolorosas el individuo puede lograr un atisbo de su trascendencia. En la vida cotidiana la persona puede tener conciencia de su misión personal, preguntándose qué es lo que la vida espera de ella, ante qué se siente responsable. Vivir con sentido significa asumir la responsabilidad de hallar la respuesta y la actitud correcta ante los problemas que plantea la existencia. Dichas tareas, y con ello el sentido de la vida, difieren de una persona a otra, y pueden cambiar a lo largo del proceso vital pero nunca cesan.
TENER UN FIN
El ser humano necesita mirar hacia el futuro. Quien pierde su fe y su esperanza en el porvenir, simplemente se abandona. La vida necesita del motor del entusiasmo para seguir adelante, pues si uno cree que todavía le esperan cosas que realizar saca mayor partido de su fuerza, y puede resistir incluso las circunstancias más adversas. Así le sucedió a Viktor Frankl, que en los momentos más duros se imaginaba dando charlas sobre sus experiencias una vez acabada la guerra. Cuando se tiene una clara comprensión de los propósitos personales se entiende y puede soportar mejor el momento presente.
La responsabilidad siempre viene de la mano de la conciencia. No se puede ser plenamente responsable de algo de lo que no se es consciente. Por esa razón, para lograr conducir la propia vida, es necesario llevar al máximo ese privilegio humano que es la conciencia. Cuando uno consigue conocerse mejor recupera esa conexión esencial con su fuente interna, donde residen sus partes oscuras pero también sus mejores recursos. Precisamente ahí está el secreto. Pues las respuestas más importantes no están fuera, sino dentro de uno mismo. Por eso, quien busca, quien cree que le falta algo o quien se siente insatisfecho, sólo podrá hallar una auténtica solución cuando empiece a mirar dentro de sí y a retirar los velos que desdibujan su alma.
DOS COLUMNAS SÓLIDAS
Dos caminos para hallar sentido a la vida son lo que uno cree, es decir los principios y valores personales, y lo que uno hace o aporta al mundo. Saber qué es lo verdaderamente esencial para uno, definiendo la propia escala de valores y actuando en referencia a ella, es lo que da integridad y coherencia a la persona. Tener unos valores firmes es como poseer sólidas columnas que dan seguridad interna necesaria, en lugar de buscarla fuera en la inestable opinión de los demás.
Por otra parte, lo que se realiza con inspiración y creatividad, que puede tener que ver o no con el oficio, también desvela la finalidad en la vida. Conocer esta misión personal, que vendría a ser por lo que uno siente que la vida le ha llamado y a lo que desea entregarse en cuerpo y alma, ayuda a saber quiénes somos y para qué estamos aquí. El entusiasmo y la energía aumentan asombrosamente cuando se empieza a seguir la inspiración real de cada uno. Es una señal de que se está en un camino adecuado. Como decía Nietzsche: «quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo».
DECIDE LO QUE QUIERES SER
El individuo se halla constantemente en la encrucijada de tomar una decisión. Pero la mayor elección que realiza se refiere a sí mismo, al tipo de persona hacia la que evoluciona. Cada decisión es como un movimiento en un tablero de ajedrez en el que se resuelve la partida personal. Al llevar a cabo una jugada se esboza un camino que conllevará ciertas cosas, mientras que se desestiman las demás posibilidades. A través de estas elecciones cada uno realiza su vida y su camino como persona.
Stephen R. Covey, autor del conocido libro: «Los siete hábitos de la gente altamente efectiva», defiende que «entre el estímulo y la respuesta está nuestra mayor fuerza: la libertad interior de elegir». Ciertas personas en algún momento descubren que tienen en sus manos la capacidad de hacerse sentir mejor a sí mismas y a los demás, y ese hallazgo da un giro a sus vidas. Uno puede considerarse un títere de las situaciones, o darse cuenta de que todo depende de cómo elige tomarse lo que le sucede. Ante una misma situación se puede reaccionar con enfado o con amor, con cerrazón o apertura, manifestando lo peor o lo mejor de uno mismo.
Una reciente película de animación infantil titulada: «El gigante de hierro» ofrece una metáfora eficaz de lo que significa esta elección a través de la relación entre un niño y un gigante. El gigante, a pesar de ser un arma diseñada para matar, consigue mostrar su faceta más humana y compasiva gracias al mensaje que le repite su pequeño amigo: «Tú eliges lo que quieres ser». En esta historia cada uno puede entrever su propia batalla interna. Todos nos debatimos en algún momento entre manifestar nuestros aspectos más acorazados, agresivos y robotizado o dejar salir nuestra parte más humana. Posiblemente esta película también sugiere que a través de la confianza y la apertura que caracterizan a la infancia uno puede abrirse al amor hacia los demás.
LA RESPUESTA: EL PRESENTE
En cierto modo la vida nos pone a prueba a cada instante para mostrar lo que somos y lo que hemos aprendido. El momento presente es el que nos permite pasar a la acción y realizar las posibilidades haciéndolas realidad. Por eso merece la pena estar atento y no dejar pasar las oportunidades. Toda posibilidad siempre es transitoria y es preciso intentar tomar la mejor decisión de manera consciente y responsable.
Cada momento aporta y enseña cosas distintas. Las diversas situaciones que acontecen son las asignaturas más importantes. Y el gran examen final deviene cuando la existencia toca a su fin, cuando cada uno puede valorar lo que ha realizado en su paso por la vida.
Pero es en este instante, ahora y aquí, cuando podemos elegir ser coherentes con nuestra esencia. Arriesgarse a descubrir y a seguir la inspiración interior es quizá lo único que puede llenar de significado la propia vida.
Cristina Llagostera, Cuerpomente 120.
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